Después de haber pasado un día espectacular con nuestros amigos candasinos -pincha aquí para ver la entrada anterior de este viaje #EnBuscaDelFresco-, ya nos tocaba movernos y dejar Candás -Asturias-. Nuestro objetivo era llegar a los Pirineos, pero antes teníamos previsto parar en algún que otro sitio interesante que iremos desgranando poco a poco.
Este quinto día ya de viaje #EnBuscoDelFresco iba a estar cargado de cosas interesantes, desde la visita a una granja hasta el avistamiento de dinosaurios, pasando por la playa tierra a dentro más rara que hayamos visto -sí, sí, tierra a dentro-. Pero todo a su debido tiempo.
Para empezar y como siempre, aquí te dejamos el mapa de la ruta para que puedas orientarte y saber situar los sitios por los que fuimos pasando.
Total de km del 5º día: 142 km. Total acumulado de la ruta: 1200 km.
Toda la noche anterior estuvo lloviendo y el día en Candás amaneció bastante gris. ¡¡Bueno!!, es lo que estábamos buscando, un poco de fresco, ¿no? Como había charcos por todos lados no dudamos en ponerle las botas de agua a Bruno y salir a su caza y captura.
Le llaman "el charquitos".
Allí mismo, cerca de donde estábamos aparcados en el puerto de Candás, vimos que había cierto revuelo. Nos acercamos y vimos que era un barco pesquero que llegaba a puerto. Vimos que metían el pescado en la lonja para venderlo y que la gente se arremolinaba dentro -ver mapa de la ruta-. Pensamos que eran minoristas y que la venta estaba prohibida para el público en general pero luego nos enteramos que cualquiera podía comprar. Era una lonja muy pequeña, nada que ver con la idea de subastas a las que estamos acostumbrado. Parecía más una pescadería cualquiera pero con el pescado fresco a más no poder. Muy recomendable si quieres pescado de calidad.
Sin perder más tiempo salimos dirección a nuestro próximo destino. Antes de desvelarlo, un inciso, ya que de camino pasamos por la sidrería Peñón, la cual embotella y vende su propia sidra de la zona. Este tipo de establecimientos es típico encontrarlo por toda Asturias, así que no dudamos en parar y comprar una caja de 12 botellas de sidra para no perder las buenas costumbres que habíamos adquirido estos días durante nuestro viaje.
Nuestro destino era la granja Los Caserinos, a 45 km de Candás. La conocimos gracias a Bienvenidos a Lilliput, uno de los blogs sobre viajes con "enanos" que seguimos asiduamente, y nos apetecía conocerla sobretodo por Bruno. Además nos pillaba de paso, ya que teníamos que pasar por el pueblo de Villaviciosa en nuestro camino hacia los Pirineos -ver mapa de la ruta-. Se trata de una granja que se ha adaptado a los nuevos tiempos y además de elaborar exquisitos productos propios, enseñan cómo los hacen y te hacen una visita guiada explicándolo, que previamente es mejor concertar por teléfono ya que en fechas veraniegas va bastante gente -tienes toda la información aquí-. No está mal la verdad, aunque esperábamos más. Todo está enfocado a que al final les compres algo de lo que elaboran -normal al fin y al cabo- pero sin obligación ninguna. Lo que ocurre es que nos tuvieron más tiempo en la tienda que viendo la granja. Aún así, los peques lo flipan ya que pueden ver y tocar toda clase de animales de granja como vacas, cabras, caballos, cerdos etc., y eso para "urbanitas" como nosotros no tiene precio. Bruno alucinó tocando a Xana y a su cría, las vacas que tienen para que los niños las toquen.
Xana a lo suyo, que es comer.
¡¡Pepa Pig está un poco crecidita!!
También disponen de una simpática máquina expendedora de leche fresca -la puedes encontrar en la granja y el mercado de abastos de Villaviciosa-. La puedes comprar por litros y si no tienes botella también te la suministran previo pago de 1 €. Aunque no hagáis como nosotros, ya que de primeras no pusimos la botella y el primer litro fue desperdiciado. Al final el litro de leche fresca nos salió por 2,50 €, y para ser sinceros, nos pareció que estaba un poco aguada. Aún así, la idea nos parece genial.
Aprovechamos que estábamos bien aparcados para dar de comer a Bruno y mientras mamá calentaba la comida, Bruno y papá se fueron a dar un paseo por la zona y buscar más animales.
Aparcamiento en la granja Los Casarinos.
Gallinero en los alrededores.
Hórreo asturiano en los alrededores de la granja.
Para Bruno cualquier cosas se convierte en un juego, y si encima tiene forma de vaca, pues ya tenemos entretenimiento por un rato.
Aprovechando que iba a ser nuestro último día en Asturias, decidimos ir a comernos nuestra última fabada asturiana -a saber cuándo la volveríamos a catar-. Como estábamos a un paso del pueblo de Villaviciosa y ya era tarde, no nos lo pensamos dos veces. Aparcamos en una calle con aparcamiento bastante ancho y preguntamos a una señora que se veía del pueblo dónde comernos una buena fabada. Esto lo solemos hacer mucho y la verdad es que pocas veces falla, ya que nadie mejor que los propios lugareños para recomendar un sitio de su propio pueblo. Nos recomendó la Sidrería Bedriñana -ver mapa de la ruta-, al lado de mercado de abastos y situada en una calle peatonal donde había un montón de sidrerías más. El sitio no tenía mala pinta y más teniendo en cuenta que le habían dado el premio a la "mejor fabada del mundo" ese año -eso decía un cartel-. Este tipo de premios siempre nos mosquean un poco y quizás eso explique los 17 € por persona de la fabada. Estaba buena pero creo que ese día el cocinero no era el mismo que cuando le dieron el premio. Un poco caro para nuestro presupuesto diario pero un día es un día, que para eso estamos de vacaciones.
Tras un plato de fabada, las dos horas posteriores son una condena, ya que las "fabes" piden cama a gritos. Intentamos descansar un poco en la AC pero hacía calor y Bruno no se dormía, por lo que nosotros tampoco. Decidimos movernos a una zona con parque que habíamos visto al entrar al pueblo para que por lo menos Bruno pudiera fogar un poco. Pero el trayecto no le sentó muy bien ni a mamá ni a la AC ya que la primera terminó mareada y vomitando y la autocaravana con un piloto de gálibo menos al rozarla con un árbol -no es la primera vez que nos pasa-. Una vez aparcados en el parque, le tocó a papá entretener al Bruno mientras mamá se recuperaba -aunque papá no estaba mucho mejor después del mal rato-.
No sabemos cómo pasó y qué fue, pero sin darnos cuenta, Bruno tocó algo del suelo y empezó a llorar como un descosido. Se quejaba del dedo, como si algo le hubiera picado. No conseguimos saber qué pudo ser, y el crío pasó un mal rato importante. De hecho estuvimos pensando en llevarlo a urgencias si no paraba de llorar. Al final pudimos calmarlo sacando un manta y tumbándonos en la hierba a descansar y jugar un poco, pero estuvo toda la tarde con el brazo encogido como si fuera Napoleón. ¡¡Pobrecillo!!
Bruno enseñando su dolorido dedo.
Tras el mal rato de la siesta malograda, había que relajarse, así que nada mejor que hacer kilómetros. Como no cargábamos y descargábamos líquidos desde hacía tres días en León y ya nos iba haciendo falta, buscamos el área de AC más próxima que nos pillaba de camino y resultó ser el Área de Colunga -ver mapa de la ruta-. Para ello nada mejor que consultar la web de www.areasac.es. Descargar líquidos es gratis pero cargar 120 l agua cuesta 3 € comprando la ficha correspondiente en la gasolinera de al lado.
La parada nos vino bien, ya que a parte de hacerle un completo a la AC, nos dimos cuenta que estábamos al lado del MUJA, Museo del Jurásico de Asturias. Nuestros amigos candasinos nos habían dicho que lo mejor del museo son las réplicas de dinosaurios que hay en la puerta, y resulta que no hay que pagar por verlas. Pues allí que nos fuimos para que Bruno disfrutará de dinosaurios a tamaño real. Acceso y aparcamiento fácil.
Impresiona ver cómo eran estos bichos de grandes.
¡¡Triceratops, no te muevas que te estoy vigilando!!
¡¡Papá, qué éste es muy grande!!
Tras un rato de parque infantil, carretera y manta hacia el siguiente destino, que todavía le quedaba sol al día.
En el parque infantil del MUJA.
En los alrededores del MUJA está el pueblo de Lastres, el cual tiene aspecto de ser un pequeño y coqueto pueblo marinero pero que no visitamos. También se pasa por un camping con acceso directo a la bonita Playa la Griega, el cual tenía muy buena pinta y que parecía bastante lleno por la fechas, pero que está vez no íbamos a probar.
Nuestro siguiente destino nos seguía dirigiendo hacia el Este. Esta vez se trataba de una de las playas más raras que puede haber en España, ya que debe ser de las pocas que está tierra a dentro. La playa de Gulpiyuri es una de esas rarezas de la naturaleza. Una playa entre campos de cultivo y en la que no se ve el mar cuando te tumbas en la arena. Situada entre acantilados kársticos. El tiempo y las mareas han ido horadando una cavidad en la roca que permite el paso del agua de mar tierra a dentro cuando hay pleamar. El sitio no deja de tener su encanto aunque esté abarrotado de gente y bastante sucios los alrededores. Nosotros tuvimos suerte y llegamos a la caída de la tarde, lo que nos permitió evitar la muchedumbre, pero tuvimos la mala suerte de pillar marea baja, por lo que la playa estaba, pero no el agua. Si tienes la suerte de encontrar la marea alta, el agua llegará a la playa y podrás ver algo así:
Fuente http://www.panoramio.com.
Nuestro gozo en un pozo. Nos quedamos con ganas de ver la playa en todo su esplendor. Pero ya que estábamos allí, no perdimos la oportunidad de subir a los acantilados y disfrutar de las vistas.
Atardecer en los acantilados de la playa de Gulpiyuri.
Amor filio-maternal a la luz de la luna.
El día iba tocando a su fin y todavía teníamos que encontrar sitio para dormir. No lo tendríamos difícil, ya que a poco más de 30 km, en los límites de la comunidad asturiana con la cántabra estaba el pueblo de Colombres en el que vimos que había un área para AC. En verdad es el aparcamiento del hotel Junco. Es amplio y tranquilo, ya que está relativamente alejado de la carretera. Por lo visto tiene para vaciar y llenar, pero nosotros no lo vimos -tampoco lo necesitábamos-. Lo mejor es que la pernocta es gratuita y con el palizón que llevamos después del completo día, caímos sin mucho esfuerzo en la cama. Tocaba cargar pilas, ya que el próximo día también prometía. Pero esa es otra historia que pronto verá la luz...
Y recuerda, no te creas todo lo que decimos, y no porque mintamos, sino porque podemos equivocarnos y porque nuestra intención no es convencer, sino estimular el interés por lo que decimos. Investiga, comprueba, lee y saca tus propias conclusiones, y si quieres, compártelas con nosotros en los comentarios.
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