Lorca es el municipio de España más grande en extensión y eso da para mucho: sierras, valles y playas. Lo que ocurre es que las playas de Lorca están un poco retiradas del casco urbano (en torno a tres cuartos de hora). Vamos que no se puede dar un tranquilo paseo hasta la playa desde casa.
La zona ya la conocíamos y nos gusta mucho, ya que es junto con el Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar, de lo poco que queda sin urbanizar a lo bestia en casi todo el Mediterráneo español. Es una zona de muchas calitas, abrupta y bastante tranquila en estas fechas (febrero). Además, ahora que estamos metidos en este mundo del autocaravanismo, hemos leído que es una zona caliente de pernocta de AC, sobretodo de extranjeros buscadores de sol y playa. Y si es así, por algo será.
La ruta que hicimos fue sencilla.
Total de la ruta (ida y vuelta): 50 km.
Antes había que reponer lo que habíamos gastado en la Sierra de María el "finde" anterior. Llenar agua limpia lo hemos solventado fácilmente, ya que en la gasolinera donde repostamos normalmente tienen surtidor y no cuesta nada (eso no pasa en todas las gasolineras ni en todos los sitios que tienen este servicio, sobretodo en las de las autovías, donde en muchas te cobran algo). Aquí, nos conocen y ya les hacemos bastante gasto a lo largo de todo el año, así que a llenar se ha dicho.
50 km de nada es la ruta, que se hacen en menos de una hora desde Lorca, siendo la mitad del camino por la autovía hacia Águilas. El resto de la carretera, es bastante entretenida y bonita, muy frecuentada por motoristas.
Puntas de Calnegre es una pedanía de Lorca como se dice "de cuatro casas" (y dos son bares, no decimos más) construidas por pescadores de la zona hace años sin ningún tipo de orden a pie de playa. Por ello, han querido tirárselas en varias ocasiones, pero ahí siguen aguantando. El pueblo es peculiar y tiene cierto encanto si se lo sabes buscar, sobretodo por lo auténtico. Si vais buscando un pueblo de playa con paseo marítimo y playa de arena fina este no es vuestro sitio. Si vais buscando bares con terrazas en la arena y cierta tranquilidad, os lo recomiendo.
Justo a la entrada del pueblo, bastante retiradas de la playa, hay dos áreas de AC (área 1 y área 2) repletas de "guiris" que se pasan meses por esta zona, pero no queríamos eso (sobre la segunda área tenéis más información aquí). Queríamos aparcar (y si era posible dormir) a pie de playa. Dudábamos si se podía hacer, pero justo al llegar vimos un coche de la Guardia Civil y les preguntemos: "si no sacáis toldo y no acampáis, no hay ningún problema". Dicho y hecho, y aquí nos colocamos.
La verdad que la playa del pueblo no es gran cosa. De hecho, es mala. Poco cuidada y muchas piedras, pero como no íbamos a bañarnos, nos daba igual. El día era espectacular teniendo en cuenta que estábamos a primeros de febrero. Hacía un sol que nos acompañó todo el fin de semana (de hecho nos hizo falta hasta crema solar). Bruno y yo estuvimos disfrutando un rato lanzando piedras al mar mientras mamá preparaba una tortilla de patatas en esos maravillosos fuegos que habíamos limpiado previamente.
Como Bruno no puede estar haciendo la misma cosa más de 5 minutos, decidimos ir a comprar algunas cosas en el supermercado del pueblo (caro por cierto) y explorar la zona por la playa hasta el pueblo (la tortilla iba a tardar un rato todavía). A modo de "vía crucis" fuimos parando en cada casa, barco y maceta que nos encontrábamos, así hasta que pudimos llegar al parque infantil 300 m más allá después de media hora (no teníamos ninguna prisa).
En la foto, a lo lejos, se ve un cuadrado blanco. Es nuestra AC.
En el parque infantil Bruno lo flipó. Tobogán en forma de remolino de 2 m de altura. No me pude resistir a tirarme ni yo ni mamá después cuando vino. Además, fue la primera vez que Bruno subía arriba por sí mismo.
Después del paseíto, papá se merecía un descansito.
Ni que decir tiene que la tortilla estaba cojonuda y que la siesta fue de las buenas.
La tarde la pasamos tranquilamente paseando, jugando con Bruno, pateando las pocas calles del pueblo, tomando un café y algún que otro gintonic. Tuvimos la suerte de conocer a Paco, dueño del bar Calnegre. Un tipo excepcional al que le encantan los niños. Como no tenía mucha faena, estuvo jugando con Bruno un montón de rato, le enseñó todo el bar por dentro y le regaló un montón de chucherías. Evidentemente, a Bruno se lo ganó rápido. Un autóctono del lugar, que en estas fechas vive de los guiris que vienen en su AC y algún vecino que otro. Como la tarde fue tan agradable con él y Bruno se lo pasó tan bien, decidimos reservarle mesa para el día siguiente y comernos un arroz como Dios manda los domingos.
La noche fue mejor que en la Sierra de María. Bruno en su línea (durmiendo del tirón) y nosotros dormimos algo más, aunque aún nos queda la cama chica (todo será cuestión de acostumbrarse).
Por la mañana, un sol radiante nos hizo ponernos en marcha pronto, y al rato ya estábamos paseando. Como el Lorenzo pegaba de lo lindo, decidimos intentar ponerle a Bruno sus nuevas gafas de sol, regalo que nuestra amiga Amparo le hizo por ir a visitarla estas navidades (entre otros muchos regalos) y que todavía no había estrenado. Le duraron puestas el rato de echarle la foto de abajo (algo es algo). Gracias Amparo de todas formas, y seguiremos intentándolo. Esta entrada está dedicada a ti por ser tan buena gente.
Entre tanto, a mi me dio hasta tiempo de tomarme un cafelito en la terraza de Paco mientras Bruno intentaba vaciar la playa de piedras y su madre se lo comía a besos (cómo le gusta y...qué gustico da).
Como el pueblo lo teníamos más que visto, decidimos ir dirección Puerto de Mazarrón y así estirar algo más las piernas. A la salida del pueblo, por el lado contrario al que entramos, hay otra área de AC repleta de ellas (área 3). Está más cerca de la playa que las otras dos, pero sin sombra ninguna y sin servicio eléctrico. Lo que se dice una explanada, pero que por lo visto a la guiris les encanta (a nosotros no tanto). El dueño estaba en la puerta cuando pasamos y nos estuvo contando que la tiene abierta de octubre a abril; vamos que no quiere a los españoles ni en pintura (además nos lo dijo así); por lo que parece los españoles no damos tantas propinas y somo más ruidosos. De todas formas, y aunque la tuviera abierta en verano, estaría vacía casi seguro ya que en esas fechas aquí las ranas van con cantimplora.
La foto no es nuestra, es de un folleto publicitario, pero da ideo de lo que hablamos.
Siguiendo la carretera que va paralela a la costa (la cual no está muy transitada, pero hay que tener cuidado con los vehículos a motor), llegamos andando hasta la playa de Parazuelos (unos 2 km de caminata). Se trata de una playa de arena más fina que la de Puntas, también muy natural a pesar de las dos casas y los campos de cultivo cercanos y que nos encantó. En Google Maps se puede ver que está repleta de AC acampadas, pero eso ya no es posible (no por lo menos tan cerca de la orilla) ya que el ayuntamiento de Mazarrón, municipio al que pertenece, la ha blindado con bolardos de madera y ya hay que aparcar más lejos, lo cual ahuyenta a los autocaravanistas ávidos de los mejores sitios. De todas formas, sigue siendo una playa preciosa, donde estuvimos un buen rato descansando y jugando en la arena. Nos la apuntamos para en fechas más cálidas volver.
La vuelta se hizo corta pensando en el arrocito que nos tenía preparado Paco, el cual fue todo un éxito. En el pueblo de Puntas hay más bares, y quizás más conocidos que el bar Calnegre, pero nosotros recomendamos el de Paco por su trato, por la buena relación calidad/precio y por tener la mejor terraza de todos (comer con la familia un domingo un arroz a escasos 5 m del mar no tiene precio). Un diez Paco.
Un remate estupendo a un fin de semana de los que cargan las pilas para toda la semana, qué digo toda la semana...para todo el mes, qué digo todo el mes, para todo el año...
No hay comentarios:
Publicar un comentario